Los futbolistas son los principales protagonistas dentro del terreno de juego. Los hay de todo tipo: guardametas, defensas, centrocampistas o delanteros; altos o bajos; de toque o de destrucción; goleadores o pasadores; rápidos o técnicos; con un gran toque de balón o que van bien por alto; con visión de juego o con desborde; especialistas a balón parado o grandes directores del juego. Cada uno tiene sus funciones, sus virtudes y sus defectos, por lo que la mejor división la hizo Santiago Bernabéu: “No hay jugadores jóvenes o viejos; los hay buenos y los hay malos”.
Di Stéfano, Pelé, Cruyff, Maradona, Zidane y muchos otros han sido tan buenos que eran capaces de ganar ellos solos un partido, pero como dijo el primero de ellos, “ningún jugador es tan bueno como todos juntos”. Lo que está claro es que la mediatización del fútbol ha llevado a muchos futbolistas a convertirse en ídolos, auténticos privilegiados con mucho dinero y fama muy alejados de las preocupaciones y la forma de vida de la mayor parte de los mortales: “La pretemporada está siendo muy dura, nos levantamos a las nueve de la mañana”, señaló totalmente ofuscado Davor Suker.
Frases como ésta crean la idea de que muchos futbolistas son analfabetos sin estudios y sin luces, aunque la realidad es que en la actualidad muchos de ellos compaginan sus estudios universitarios con su carrera profesional. Un gran defensor del intelecto de los futbolistas es Johan Cruyff: “El problema para entender las enormes tensiones mentales de los futbolistas nace de la extendida creencia de que todos son idiotas”.
Precisamente, entre el holandés y Frank Beckenbauer surgió una gran rivalidad en los años setenta. Los aficionados discutían sobre quién de los dos era el mejor jugador del mundo. El alemán tenía la respuesta: “Cruyff era mejor jugador, pero yo fui campeón del mundo”. Todas estas discusiones no entienden de épocas y por ello se comparó en su día a Ronaldinho con Pelé: “Ronaldinho es más grande que yo. Exactamente cuatro centímetros”.
Algo de razón tendría cuando Tarcisio Burgnich, tras perder con Italia la final en México’70, realizó las siguientes declaraciones: “Creía que Pelé era de carne y hueso como yo. Estaba equivocado”. Mientras que Del Nido, en la época más gloriosa del Sevilla, se dejó llevar por la euforia: “Si ahora mismo me ofreciera el Barcelona a Ronaldinho, le diría que, para ser suplente, mejor no viniera”.
El fútbol está en boca de todos, por lo que las opiniones sobre los jugadores se multiplican. Algunos reciben buenas críticas, como Ibrahimovic: “Es capaza de hacerle el boca a boca a una jugada. Vuelve a hacer respirar a jugadas muertas”, apuntó Juanma Lilló. A otros, en cambio, se les destaca por otros aspectos del juego: “Roberto Moreno jugaba tan duro que te pasaba la pelota con contrario y todo”, aseguró Perfecto Ruiz, entrenador del Chacarita en los años sesenta.
Di Stéfano, Pelé, Cruyff, Maradona, Zidane y muchos otros han sido tan buenos que eran capaces de ganar ellos solos un partido, pero como dijo el primero de ellos, “ningún jugador es tan bueno como todos juntos”. Lo que está claro es que la mediatización del fútbol ha llevado a muchos futbolistas a convertirse en ídolos, auténticos privilegiados con mucho dinero y fama muy alejados de las preocupaciones y la forma de vida de la mayor parte de los mortales: “La pretemporada está siendo muy dura, nos levantamos a las nueve de la mañana”, señaló totalmente ofuscado Davor Suker.
Frases como ésta crean la idea de que muchos futbolistas son analfabetos sin estudios y sin luces, aunque la realidad es que en la actualidad muchos de ellos compaginan sus estudios universitarios con su carrera profesional. Un gran defensor del intelecto de los futbolistas es Johan Cruyff: “El problema para entender las enormes tensiones mentales de los futbolistas nace de la extendida creencia de que todos son idiotas”.
Precisamente, entre el holandés y Frank Beckenbauer surgió una gran rivalidad en los años setenta. Los aficionados discutían sobre quién de los dos era el mejor jugador del mundo. El alemán tenía la respuesta: “Cruyff era mejor jugador, pero yo fui campeón del mundo”. Todas estas discusiones no entienden de épocas y por ello se comparó en su día a Ronaldinho con Pelé: “Ronaldinho es más grande que yo. Exactamente cuatro centímetros”.
Algo de razón tendría cuando Tarcisio Burgnich, tras perder con Italia la final en México’70, realizó las siguientes declaraciones: “Creía que Pelé era de carne y hueso como yo. Estaba equivocado”. Mientras que Del Nido, en la época más gloriosa del Sevilla, se dejó llevar por la euforia: “Si ahora mismo me ofreciera el Barcelona a Ronaldinho, le diría que, para ser suplente, mejor no viniera”.
El fútbol está en boca de todos, por lo que las opiniones sobre los jugadores se multiplican. Algunos reciben buenas críticas, como Ibrahimovic: “Es capaza de hacerle el boca a boca a una jugada. Vuelve a hacer respirar a jugadas muertas”, apuntó Juanma Lilló. A otros, en cambio, se les destaca por otros aspectos del juego: “Roberto Moreno jugaba tan duro que te pasaba la pelota con contrario y todo”, aseguró Perfecto Ruiz, entrenador del Chacarita en los años sesenta.