Confieso que mis ganas de escribir en estos momentos son equiparables a las ganas que tengo de sentarme a ver una película de Almodóvar: nulas. El motivo no es otro que ese desastre en el que se ha convertido el Real Zaragoza. Reconozco que los Giants de Nueva York me devolvieron parte de mi sonrisa al ganar la Super Bowl en un emocionante encuentro —lo siento por Tom Brady-, pero tres hombres sin piedad se han encargado de arrebatármela de nuevo.
Doce Hombres Sin Piedad, una de esas obras maestras en blanco y negro que siempre recomiendo, es una película acerca de un jurado que debe deliberar si el acusado es culpable o inocente de asesinato. Todos ellos están seguros de su culpabilidad excepto uno, que posee una duda razonable y la expone al resto del grupo. Como el resultado de la votación debe ser unánime, comienza un debate que se alargará mucho más de lo que estaba previsto y de lo deseable para alguno de esos doce hombres que tienen ante sí el reto de hacer justicia.
El caso Contador también se ha alargado más de la cuenta, pero con ciertas diferencias: el jurado estaba compuesto por tres personas, la sentencia se ha ido aplazando sin motivo aparente y las dudas razonables no se han tenido en cuenta. De hecho, en la resolución se explica que no hay certeza de que el ciclista de Pinto se haya dopado pero aún así le sancionan dos años, le quitan el Tour 2010 y el Giro 2011 y le imponen una multa de más de dos millones de euros. ¿A nadie más le parece demasiado castigo para no haber una evidencia clara de que haya cometido ese delito? ¿Qué hay de la presunción de inocencia? ¿No debería la acusación demostrar que es culpable en vez de ser la defensa la que deba demostrar que es inocente?
Es como si en Estados Unidos juzgaran a una persona por asesinato. Su implicación reside en el hecho de conocer a la víctima y tener una pistola en casa, pero no hay móvil, su cuartada puede ser cierta, nadie le sitúa en el escenario del crimen y hay testigos que dicen haber visto a un hombre más alto, con mucho más pelo y de otro color de piel discutiendo con la víctima más o menos a la hora del crimen. Y aún así es declarado culpable y además la imponen la pena de muerte. Nadie sabríamos a ciencia cierta si es inocente, pero sí que tendríamos suficientes dudas razonables como para no tener la conciencia tranquila mandándolo a la silla eléctrica.
Con Alberto Contador sucede lo mismo. Ya no se trata de creer en su inocencia o sospechar de él, sino si es justo semejante castigo sin haber una certeza de su culpabilidad. “No puedo demostrar que te dopaste, pero por si acaso te impongo la máxima pena”. Eso no es justicia se mire por donde se mire, pero a muchos parásitos se les ha olvidado que el protagonismo en el deporte debe ser de los deportistas y no de los dirigentes. Altos cargos que se pagan muy bien y a los que les gusta salir en los medios más que a un tonto un lápiz, siempre en nombre del bienestar del deporte que aseguran defender. ¿No sería más correcto decir de su propio bienestar?
Otro de los hechos que me parece indignante es la demora en dicha resolución. ¿Por qué han aplazado la sentencia una y otra vez? ¿Por qué han permitido que Contador compitiera durante todo este tiempo? En un deporte en el que los ciclistas se juegan la vida, ¿qué hubiera pasado si al disputar un sprint o al arriesgar en una bajada hubiese sufrido algún percance grave? Supongo que si han tardado tanto tiempo en tomar una decisión será porque existe algún tipo de duda. No me puedo creer que tres personas hayan tardado tanto tiempo en ponerse de acuerdo si todo estaba tan claro como para imponerle la máxima pena en estos casos. ¿Incompetencia o incongruencia? Puede que ninguna de las dos, puede que únicamente hayan hecho lo que les han indicado desde arriba.
Y no hay que quitarles mérito alguno, la jugada les ha salido perfecta: se llenan los bolsillos con su participación en 2011 en Giro y Tour y ahora echan por tierra toda su planificación de la temporada, ya que la sanción expira el próximo 6 de agosto. ¡Qué casualidad que con esos dos años no pueda correr este año ni el Tour ni los Juegos Olímpicos! No sólo les vale con multarle con más de dos millones de euros y despojarle de todo lo que ha logrado con gran esfuerzo en 2011 pasando innumerables controles, sino que encima le impiden hacer frente a sus dos grandes objetivo de 2012. Todo ello, no me cansaré de decirlo, sin tener la certeza de que esa sustancia se encontraba en su organismo con el objetivo de doparse.
Seguro que en L’Équipe y en Le Monde lo están celebrando con Noah como maestro de ceremonias, al igual que celebrarían los dos años que le cayeron a Valverde sin haber dado un solo positivo en su carrera. Es su manera de hablar de justicia, de justificar sus derrotas y manchar el nombre de aquellos que los han vencido en la carretera o en la cancha. Para ellos Contador ya no será el ganador del Tour 2010 ni del Giro 2011, pero nunca nos podrán arrebatar las emociones que siempre nos ha transmitido el ciclista más espectacular del pelotón internacional al igual que tampoco modificarán esa sensación de que el de Pinto es el verdadero campeón de estas dos grandes vueltas. Ni a nosotros ni a Andy Schleck ni a Scarponi. Seguro que no celebran el hecho de ganar en los tribunales lo que perdieron en la carretera. Otros, en cambio, sí que se sentirán orgullosos de tomar decisiones que afectan a la carrera y a la vida de un ser humano sin que les tiemble el pulso, sin remordimientos y sin piedad.
Doce Hombres Sin Piedad, una de esas obras maestras en blanco y negro que siempre recomiendo, es una película acerca de un jurado que debe deliberar si el acusado es culpable o inocente de asesinato. Todos ellos están seguros de su culpabilidad excepto uno, que posee una duda razonable y la expone al resto del grupo. Como el resultado de la votación debe ser unánime, comienza un debate que se alargará mucho más de lo que estaba previsto y de lo deseable para alguno de esos doce hombres que tienen ante sí el reto de hacer justicia.
El caso Contador también se ha alargado más de la cuenta, pero con ciertas diferencias: el jurado estaba compuesto por tres personas, la sentencia se ha ido aplazando sin motivo aparente y las dudas razonables no se han tenido en cuenta. De hecho, en la resolución se explica que no hay certeza de que el ciclista de Pinto se haya dopado pero aún así le sancionan dos años, le quitan el Tour 2010 y el Giro 2011 y le imponen una multa de más de dos millones de euros. ¿A nadie más le parece demasiado castigo para no haber una evidencia clara de que haya cometido ese delito? ¿Qué hay de la presunción de inocencia? ¿No debería la acusación demostrar que es culpable en vez de ser la defensa la que deba demostrar que es inocente?
Es como si en Estados Unidos juzgaran a una persona por asesinato. Su implicación reside en el hecho de conocer a la víctima y tener una pistola en casa, pero no hay móvil, su cuartada puede ser cierta, nadie le sitúa en el escenario del crimen y hay testigos que dicen haber visto a un hombre más alto, con mucho más pelo y de otro color de piel discutiendo con la víctima más o menos a la hora del crimen. Y aún así es declarado culpable y además la imponen la pena de muerte. Nadie sabríamos a ciencia cierta si es inocente, pero sí que tendríamos suficientes dudas razonables como para no tener la conciencia tranquila mandándolo a la silla eléctrica.
Con Alberto Contador sucede lo mismo. Ya no se trata de creer en su inocencia o sospechar de él, sino si es justo semejante castigo sin haber una certeza de su culpabilidad. “No puedo demostrar que te dopaste, pero por si acaso te impongo la máxima pena”. Eso no es justicia se mire por donde se mire, pero a muchos parásitos se les ha olvidado que el protagonismo en el deporte debe ser de los deportistas y no de los dirigentes. Altos cargos que se pagan muy bien y a los que les gusta salir en los medios más que a un tonto un lápiz, siempre en nombre del bienestar del deporte que aseguran defender. ¿No sería más correcto decir de su propio bienestar?
Otro de los hechos que me parece indignante es la demora en dicha resolución. ¿Por qué han aplazado la sentencia una y otra vez? ¿Por qué han permitido que Contador compitiera durante todo este tiempo? En un deporte en el que los ciclistas se juegan la vida, ¿qué hubiera pasado si al disputar un sprint o al arriesgar en una bajada hubiese sufrido algún percance grave? Supongo que si han tardado tanto tiempo en tomar una decisión será porque existe algún tipo de duda. No me puedo creer que tres personas hayan tardado tanto tiempo en ponerse de acuerdo si todo estaba tan claro como para imponerle la máxima pena en estos casos. ¿Incompetencia o incongruencia? Puede que ninguna de las dos, puede que únicamente hayan hecho lo que les han indicado desde arriba.
Y no hay que quitarles mérito alguno, la jugada les ha salido perfecta: se llenan los bolsillos con su participación en 2011 en Giro y Tour y ahora echan por tierra toda su planificación de la temporada, ya que la sanción expira el próximo 6 de agosto. ¡Qué casualidad que con esos dos años no pueda correr este año ni el Tour ni los Juegos Olímpicos! No sólo les vale con multarle con más de dos millones de euros y despojarle de todo lo que ha logrado con gran esfuerzo en 2011 pasando innumerables controles, sino que encima le impiden hacer frente a sus dos grandes objetivo de 2012. Todo ello, no me cansaré de decirlo, sin tener la certeza de que esa sustancia se encontraba en su organismo con el objetivo de doparse.
Seguro que en L’Équipe y en Le Monde lo están celebrando con Noah como maestro de ceremonias, al igual que celebrarían los dos años que le cayeron a Valverde sin haber dado un solo positivo en su carrera. Es su manera de hablar de justicia, de justificar sus derrotas y manchar el nombre de aquellos que los han vencido en la carretera o en la cancha. Para ellos Contador ya no será el ganador del Tour 2010 ni del Giro 2011, pero nunca nos podrán arrebatar las emociones que siempre nos ha transmitido el ciclista más espectacular del pelotón internacional al igual que tampoco modificarán esa sensación de que el de Pinto es el verdadero campeón de estas dos grandes vueltas. Ni a nosotros ni a Andy Schleck ni a Scarponi. Seguro que no celebran el hecho de ganar en los tribunales lo que perdieron en la carretera. Otros, en cambio, sí que se sentirán orgullosos de tomar decisiones que afectan a la carrera y a la vida de un ser humano sin que les tiemble el pulso, sin remordimientos y sin piedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario