Muchas han sido las series sobre abogados, jueces o fiscales que se han creado desde que Juzgado de Guardia se colara en los televisores de medio mundo en los años ochenta, hasta el punto de tener esa sensación de vista una, vistas todas. Algunas, con mayor o menor éxito, han buscado la originalidad como elemento diferenciador: Ally McBeal se basó en la locura de sus personajes y fracasó en el momento que dejó de hacer gracia, JAG: Alerta Roja cambió lo civil por lo militar, Damages optó por la intriga dejando a un segundo plano los juzgados y Shark se centró en el carisma de su personaje.
La última en llamar a nuestra puerta ha sido Suits, captando la atención del público con su más que agradable frescura y originalidad. Quizás, habiendo visto sólo una temporada, sea demasiado pronto para decir si ha sido capaz de dar con la clave del éxito, pero hay más de un motivo para creerlo. De las anteriores series mencionadas, sólo Damages ha perdurado en el tiempo instalada en el pódium de las series de éxito gracias a un magnífico guión y una serie de interpretaciones de primer nivel. Shark gozó de esto último, pero el interés del espectador decayó tras la primera temporada: todos los capítulos seguían el mismo patrón. Este último problema también salpicó a JAG: Alerta Roja, aunque esta serie contó con la ventaja de preceder al aluvión de series con el juzgado como telón de fondo que hemos vivido en la última década.
Quien haya visto Suits, se puede preguntar si acaso esta nueva serie no peca de lo mismo. Sí y no. Cierto es que siempre terminan ganando los dos protagonistas principales, pero hay una serie de elementos que le hacen diferente al resto: el desarrollo de los acontecimientos en más complejo, la mayoría de los casos se resuelven en las negociaciones y no con esos juicios que una y otra vez hemos visto en la televisión o en el cine, tiene mucho ritmo, los diálogos son ingeniosos y con cierto sentido del humor, los personajes secundarios también tienen cierto carisma...
¿Y la originalidad? Que la nueva promesa de la abogacía no tenga el título de abogado pero sí una inteligencia y memoria prodigiosas que utiliza para ganar dinero haciéndose pasar por otras personas en el examen de acceso a la Facultad de Derecho... hasta que uno de los mejores abogados de la ciudad, en pleno casting para elegir un adjunto, lo descubre huyendo de la policía con un maletín lleno de droga y decide tomarlo como pupilo al percatarse de su potencial con una condición: dejar atrás las malas compañías. Ambos comenzarán a trabajar mano a mano en un sinfín de casos millonarios ocultándole al resto del mundo que entre los dos sólo suman un título universitario.