El Athletic de los sueños

Voy directamente al grano: tengo envidia sana del Athletic. Salvando los pequeños matices y diferencias, en esencia me recuerda a aquel Real Zaragoza que se proclamó campeón de la Recopa en París. Esa esencia de equipo histórico e importante que le quita protagonismo a los más grandes con un fútbol espectacular y gestas propias de los sueños. Y fue precisamente en Old Trafford, el teatro de los sueños, donde el Athletic hizo realidad los suyos y maravilló a media Europa con un equipo cuya media de edad es de 23 años. 

Fue la confirmación de lo que muchos ya sabíamos, que el Athletic es el mejor equipo español de aquellos que denominamos terrenales, es decir, de aquellos que no sean Madrid y Barcelona. Ni siquiera el Valencia o el Atlético tienen su potencial, ni en juego ni en plantilla. Lo que hoy es un hándicap mañana puede ser una bendición. Al Athletic se le han escapado muchos puntos por esa falta de experiencia, pero es imposible poner límites a este equipo en el futuro, siempre y cuando no se desprenda de la mayoría de sus jugadores clave ni de Bielsa, ese loco que encontró en el fútbol su mejor terapia. 

Reconozco que el Athletic es uno de esos equipos que nunca me ha caído bien por varios motivos: mezclar política con fútbol, la ideología nacionalista que mostraron la gran mayoría de sus aficionados cuando silbaron el himno español en Mestalla, el tipo de fútbol que practicaban hasta no hace mucho o esa idea de cantera que venden y que es falsa. Me explico en relación a esto último: nunca criticaré que fichen jugadores navarros, riojanos o franceses, pero que no nos hagan creer que se trata de canteranos y, además, de Vizcaya o el País Vasco. Pero aún así, este año me han conquistado con su juego. Es de los pocos equipos a los que me gusta ver por televisión si no juegan el Real Zaragoza, España o los grandes y contra el Manchester no dudé en cantar y celebrar sus goles, ya que mi deseo es que el Athletic pase la eliminatoria. 

También hay que decir que en ese deseo y en esa simpatía que empieza a crecer dentro de mí tiene mucho que ver Ander Herrera. Es uno de los nuestros –entiéndase familia zaragocista- y como persona es un fenómeno, incluso mucho más que como futbolista y eso es mucho decir. Se vio obligado a abandonar el Real Zaragoza para que Agapito pudiera pagar las fichas de la plantilla con el dinero de su traspaso a pesar de ser nuestro Iniesta –salvando las distancias- y con lágrimas en los ojos se despidió de la afición que le vio crecer, de la que siempre será su afición, y por ello siempre le desearé lo mejor a nivel personal y profesional. 

Evidentemente se marchó al otro club de su corazón, el Athletic de Bilbao, ciudad de donde es su familia y en la que nació a pesar de pasar prácticamente toda su vida en Zaragoza. Allí, en San Mamés, se ha juntado con los Muniain, Javi Martínez, Iraola, Llorente, De Marcos, San José, Susaeta, Iturraspe o Aurtenetxe. Juventud y calidad a raudales para hacer realidad los sueños de los leones.

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