El Real Zaragoza se había instalado en una pose de incertidumbre desde su eliminación de la Copa del Rey frente al Alcorcón: ¿Aguirre se comería los turrones? ¿Dimitiría o le obligarían a salir? ¿Su marcha podría arrastrar a Juárez y Barrera? ¿Y afectar de alguna manera a Obradovic? ¿Habrá salidas? ¿Ponzio? ¿Lafita? ¿Cuántos fichajes para el mercado de invierno?
Pasaban los días y las dudas aumentaban. Aguirre estaba virtualmente destituido pero no se hacía oficial, se hablaba de Míchel, Manolo Jiménez o Milla como sustitutos y desde Argentina llegaba una entrevista a Ponzio que confirmaba los peores augurios: nuestro capitán deseaba abandonar el barco para regresar a River. Y encima a Aguirre parecía no importarle. Este Titanic, más a la deriva que nunca, se hundía sin una orquesta que hiciera más llevadero el drama.
Y así hasta la noche del jueves 29 al viernes 30, cuando más allá de la una de la madrugada el club anunció la marcha del técnico mexicano. Agapito se superó una vez más a sí mismo y consiguió que la decisión más lógica del mundo pasase a ser ilógica por la tardía de la misma. Es algo más comprensible si se tiene en cuenta que Aguirre se encontraba en un crucero y era imposible reunirse con él para ‘negociar’ su salida, pero no deja de ser una irresponsabilidad echarlo un día antes de la vuelta al trabajo tras diez días de vacaciones.
Esa noticia no dejó de ser el pistoletazo de salida a una serie de decisiones que se sucedieron a un ritmo vertiginoso como si realmente 2012 fuera a ser el año del fin del mundo. Aguirre se despidió a la mañana siguiente de la plantilla en la Ciudad Deportiva y de la afición y los medios de comunicación en una rueda de prensa que nunca fue convocada para sorpresa de todos los periodistas ahí presentes y del propio técnico mexicano. Improvisación sin noticias de ningún miembro del Real Zaragoza que supervisara esos instantes. Impropio de un club señor, una falta de respeto hacía Aguirre y hacia todos los profesionales que seguimos la actualidad del equipo. Y, por consiguiente, hacia la afición.
Empieza el entrenamiento, bajo las órdenes de Ubieto, y Ponzio no está. Surgen las primeras interpretaciones, que se entremezclan con la posibilidad de que Míchel sea el elegido para el banquillo y con el nombramiento de un nuevo Consejo de Administración, un acto para el que tampoco se convocó a los medios de comunicación hasta una hora y media antes del mismo. Dudo mucho que se decidiera celebrarlo esa misma mañana.
Se aclara que Ponzio, al igual de Da Silva, no se ejercitarán hasta la tarde con permiso del club por el largo viaje de regreso desde sus países de origen. Y al mismo tiempo Salvador Arenere se presenta como el nuevo hombre fuerte del Real Zaragoza, acompañado por Carlos Iribarren –supervisión del primer equipo, del filial, de la Ciudad Deportiva y de la cantera-, José Guillén –elaboración del presupuesto y seguimiento de su cumplimiento- y Fernando Rodrigo –administración del club, relación con los bancos y política de financiación-, junto a Paco Checa, que continúa.
Agapito Iglesias sigue al frente de la propiedad, pero según Arenere hay un documento firmado en el que se establecen las pautas de cesión de poderes y atribuciones: “Contamos con plenos poderes al menos hasta el próximo 30 de junio. Aquí no va a haber consejeros florero y todos van a tener responsabilidad. Ni nos motiva la vanidad ni lo económico –no van a cobrar por su gestión-. No vamos a vivir del Real Zaragoza. Estamos aquí por nuestro zaragocismo y con un objetivo básico: garantizar la supervivencia del club”.
Para ello pretende “profesionalizar el club, garantizar la transparencia, modernizar las estructuras, llevar un control estricto del gasto y cumplir a rajatabla el presupuesto”. También prometió un consejo asesor con ex presidentes, ex jugadores y personas relevantes de la vida social y cultural, así como un nuevo organigrama de gestión, con una comisión ejecutiva y técnica, y el objetivo de integrar al Real Zaragoza en la sociedad aragonesa, para lo que se potenciará la relación con las peñas, clubes, medios e instituciones.
Por último, prometió refuerzos y otra campaña de abonados para la segunda vuelta, con la intención de que La Romareda sea “una caldera”. Todo ello sin descartar una futura venta del club. En definitiva, un cambio que no puede ser considerado como la mejor noticia por la supervivencia de Agapito como propietario del club, pero una buena noticia al fin y al cabo. Hay que dejarles trabajar y desearles suerte porque la labor que tienen entre manos es bastante complicada. Al igual que la del nuevo entrenador.
Todo hacía indicar que Míchel iba a ser el octavo entrenador de la era Agapito. La negociación tuvo lugar en Madríd el viernes por la tarde, pero el técnico pidió garantías deportivas y fichajes como Colunga o Alexis, unas diferencias insalvables al día siguiente, por lo que de inmediato se activó la alternativa de Manolo Jiménez, preferida por los nuevos gestores a la opción de Milla. En el último día de 2011, sobre las ocho de la tarde y tras suspenderse la sesión de trabajo del domingo, el Real Zaragoza ya tenía nuevo entrenador.
He de reconocer que no era mi opción preferida. Creo que en el Sevilla no lo hizo bien, desconozco cómo le fue realmente en el AEK Atenas –ganó una Copa-, pero sí que me gustó mucho su presentación: “Estoy ilusionado porque es un nuevo reto, bonito e importante. Por historia, por ciudad y por afición, el Zaragoza no debe estar donde está. Los jugadores deben recuperar la autoestima. El Zaragoza no es el mejor equipo del mundo, pero tampoco es el peor de España”. Me gusta ese discurso, me gusta que venga con esa fuerza, ese convencimiento y esas ganas que ya no se le veían a Aguirre, me gusta que reclame claramente fichajes –“hay que reforzar la defensa, falta algo de creación y algún punta”- y me gusta que le pida el mismo grado de compromiso e ilusión a sus jugadores: “Cuento con todos los jugadores, estén sin ficha o sean del filial, pero les exijo el mismo trabajo que yo. Yo estoy aquí porque he querido y todos deben estar igual. Todos los jugadores son necesarios y deberán ganarse jugar cada día. Si uno no rinde, lo veré”. Después ya se verá si tiene la suerte necesaria y la capacidad para sacar esta situación adelante, pero lo primero de todo era que el que viniera tuviera las ideas claras para convencer a la plantilla de que sí que es posible. Manolo Jiménez, por ahora, las tiene y las grita a los cuatro vientos en los entrenamientos.
Y las tiene tan claras que ayer no dudó en señalar en Aragón Radio que Ponzio está con un pie fuera del Zaragoza: “Es más que probable que se vaya, no tiene la cabeza puesta para aportar el 120% que yo pido. No está por la labor. Físicamente está aquí, pero mentalmente he visto que no”. Y a pesar de que considero a Ponzio fundamental en este equipo, si realmente se quiere ir lo mejor es que se vaya. Le deseo toda la suerte del mundo en River porque considero que se ha dejado todo por el Real Zaragoza, pero al mismo tiempo creo que no ha sabido comportarse como capitán.
Está en todo su derecho de querer marcharse, más cuando se le debe dinero. Hasta ahí, correcto, pero esa entrevista que concedió en Argentina sobraba. Lo correcto hubiera sido venir aquí, negociar su salida en secreto y anunciarla en una rueda de prensa después de explicarle a sus compañeros sus razones. El brazalete no es únicamente algo que se luce en el brazo, es un símbolo: dar ejemplo dentro y fuera del campo, levantar los trofeos pero también dar la cara cuando las cosas están mal, animar a los compañeros, rebajar la euforia, aconsejar, hacer de puente entre la directiva y la plantilla, ser la prolongación del entrenador en el campo, alentar a los que no juegan, ‘agarrar del cuello’ a los listillos que sólo miran por su bien y no por el del equipo… ser, en definitiva, un ejemplo. Y Ponzio no lo ha sido porque con esa entrevista ha mandado el siguiente mensaje a sus compañeros y a la afición: “Esto se hunde, sálvese quien pueda”.
Estoy seguro de que ésa no era su intención y de que su marcha no se debe a que la situación le supere, ya que en más de una ocasión ha demostrado que a cojones es difícil ganarle, pero inconscientemente ése ha sido el mensaje, tal y como demuestran las preguntas que me ha hecho mucha gente desde entonces: “Si hasta nuestro capitán abandona el barco, ¿qué esperanza hay? ¿Qué pensarán sus compañeros? ¿Quién va a querer venir en enero con este panorama?”.
Y con todo este panorama más el nombramiento de Samuel Barraguer como nuevo director de Comunicación y Marketing hemos llegado a enero. El desfile de nombres por los diferentes medios de comunicación como futuros refuerzos del Real Zaragoza no se ha hecho esperar: Cala, Luna, Alexis, Colunga, Mosquera, Koke, Joel, Ernesto, Tello, Fran Mérida… Incluso he visto en Aragón Sport que Víctor Fernández podría ser el nuevo director deportivo. No sé que pasará al final, ni con unos ni con otros, pero esta vuelta de calcetín no ha hecho más que comenzar y los rumores van a ser continuos. Por ello, sólo les pido a los Reyes Magos que traigan acierto en todas las decisiones para que el Real Zaragoza empiece a construir el futuro que se merece, un futuro mucho más acorde con el pasado que con el presente. Un calcetín lleno de cordura y esperanza.