La crisis se ha convertido desde hace meses en la excusa perfecta de la mala gestión. Es cierto que muchos negocios se han venido abajo y han quebrado por la situación económica que atravesamos, pequeños negocios que han perdido su clientela o cuya inversión anterior a 2008 nunca ha sido recuperada. Pero ése no es el caso del Dream Sport Club.
Desde el viernes pasado ha cerrado sus puertas, entre otras cosas porque les han cortado la luz. Una de las muchas cosas que no debían pagar, como a sus empleados, que en los últimos meses se armaron de paciencia y tuvieron el detalle, a pesar de no cobrar, de seguir acudiendo al gimnasio para impartir sus clases. A ellos sí les importaban los clientes, a los propietarios parece ser que no.
Realmente no sé ni cuántos socios eran ni si tenían otros negocios ni si habían logrado vender el gimnasio a otras personas, lo único que sé es que desde hace mucho tiempo no renuevan el material –no hay inversión- y han ido disminuyendo las clases –menos dinero en sueldos-, todo ello subiendo los precios –más ingresos- sin que su clientela haya disminuido.
Y a pesar de esa fidelidad, muchos de sus clientes que ya han pagados los próximos dos, cinco o nueve meses tienen que soportar con impotencia que no les devuelvan ese dinero. Yo, al pagar mes a mes, he podido devolver el último recibo, por lo que expreso mi total solidaridad con todos aquellos que nos han tenido esa misma suerte y con todos aquellos empleados que se han quedado sin trabajo, a los que muestro mi total agradecimiento por el trato recibido. Y es que el Dream Sport Club se ha convertido en una auténtica pesadilla para todos ellos.
Desde el viernes pasado ha cerrado sus puertas, entre otras cosas porque les han cortado la luz. Una de las muchas cosas que no debían pagar, como a sus empleados, que en los últimos meses se armaron de paciencia y tuvieron el detalle, a pesar de no cobrar, de seguir acudiendo al gimnasio para impartir sus clases. A ellos sí les importaban los clientes, a los propietarios parece ser que no.
Realmente no sé ni cuántos socios eran ni si tenían otros negocios ni si habían logrado vender el gimnasio a otras personas, lo único que sé es que desde hace mucho tiempo no renuevan el material –no hay inversión- y han ido disminuyendo las clases –menos dinero en sueldos-, todo ello subiendo los precios –más ingresos- sin que su clientela haya disminuido.
Y a pesar de esa fidelidad, muchos de sus clientes que ya han pagados los próximos dos, cinco o nueve meses tienen que soportar con impotencia que no les devuelvan ese dinero. Yo, al pagar mes a mes, he podido devolver el último recibo, por lo que expreso mi total solidaridad con todos aquellos que nos han tenido esa misma suerte y con todos aquellos empleados que se han quedado sin trabajo, a los que muestro mi total agradecimiento por el trato recibido. Y es que el Dream Sport Club se ha convertido en una auténtica pesadilla para todos ellos.
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