Los poetas muertos

Hoy se inicia una nueva etapa en el Real Zaragoza. No por la deseada marcha de Agapito Iglesias –dando pasos atrás siempre se puede volver al punto de partida en cuanto se desee-, sino por el debut de Manolo Jiménez como entrenador. Un debut sin capitán, o, en su defecto, un debut sin la persona que había desempeñado esa función hasta la fecha. Ponzio ya no está y la pregunta se extiende entre el zaragocismo: ¿Quién será ahora nuestro capitán? ¿Paredes? ¿Lafita? ¿Roberto? ¿O simplemente nos encomendamos a Manolo Jiménez como líder de esta nave a la deriva?

Ya expuse en uno de los artículos anteriores que ser capitán no es únicamente lucir el brazalete y firmar el acta. Ser capitán es una responsabilidad, la responsabilidad de liderar dentro y fuera del terreno de juego a un grupo humano que tiene un objetivo común. Y no es fácil, ya que el primer requisito no es sentirse líder, sino que tus compañeros te señalen como líder. Y en el fútbol profesional se podría añadir que también es fundamental que la afición se identifique con ese líder, que para ellos también sea su capitán.

Y deteniéndome en esta reflexión, me viene a la cabeza la última escena de El Club de los Poetas Muertos, aquella en la que el profesor John Keating, expulsado del colegio por haber sido declarado culpable del suicidio de uno de los estudiantes de la escuela, al abandonar el aula donde impartía clase, observa como sus alumnos, uno a uno y a pesar de las amenazas del director del centro, se suben encima del pupitre al grito de “¡Oh, capitán! ¡Mi capitán!”, emulando un poema que Walt Whitman le dedicó a Abraham Lincoln tras su asesinato.

Esta escena muestra a la perfección quién es un líder, un verdadero capitán: aquella persona a la que todo el mundo seguiría sin dudarlo a pesar de la amenaza de un duro castigo o una consecuencia fatal, ya sea en la política, en la vida cotidiana, en la guerra o en el fútbol. Por tanto, la pregunta es sencilla: ¿A qué miembro de la plantilla actual del Zaragoza seguirían sus compañeros y la afición incondicionalmente? Roberto y, si los resultados le acompañan, Manolo Jiménez.

En el fútbol hay una ley absurda que dice que el capitán debe ser aquel jugador que más tiempo lleva en el equipo. Antigüedad no significa liderazgo. En muchas ocasiones, sólo hay que pensar en Puyol y Casillas, estas dos cualidades coinciden en la misma persona, pero en otras muchas no. Pongamos como ejemplo al Real Madrid: ¿Alguien ve a Marcelo como primer capitán? A mí no me perece que reúna esos valores que en su día tuvieron Gento, Butragueño, Hierro o Raúl. Sí Casillas, que seguramente, aunque el capitán se eligiera por votación, también saldría elegido. Y posiblemente antes que Ramos o Marcelo encontraríamos a Xabi Alonso.

Considero que ésa sería la forma ideal de elegir un capitán y a la hora de elegirlo habría que tener en cuenta muchas cosas, empezando por el liderazgo que pueda tener una persona, pero teniendo en cuenta otros factores como la antigüedad, el hecho de ser canterano o no, su peso en el juego del equipo, su relación con la afición, su carácter, su personalidad, sus conocimientos…

Si volvemos al Zaragoza, nos daremos cuenta de que Paredes, si es titular, portará el brazalete de capitán por antigüedad. No voy a entrar a valorar si él puede ser un buen capitán o no, sino si hay alguien en el equipo más capacitado para ello. El primero que me viene a la cabeza es Roberto. Sólo lleva un año en el club –contando los seis meses de hace dos temporadas-, pero nadie tiene más importancia que él en el equipo –único insustituible junto a Postiga- y es el mayor referente de la afición en estos momentos. A ello se une su personalidad, su carácter, su predisposición a dar siempre la cara, su forma de hablar… Todo ello cualidades de un gran capitán.

La otra alternativa es Manolo Jiménez, pero acaba de llegar. Sé que él no puede lucir el brazalete, pero sí puede ser considerado un líder. De momento, con su discurso, con sus ganas, con su ilusión y por su forma de transmitir en los entrenamientos se está ganando a jugadores y periodistas. No vende humo; dice las cosas claras. Otra cualidad de un verdadero líder. Quizás los resultados echen por tierra ese potencial, pero si le acompañan en estos primeros partidos, puede convertirse en ese clavo ardiendo que todos necesitamos. Un líder por el que no dudaríamos en subirnos a nuestros pupitres al grito de “¡Oh, capitán! ¡Mi capitán!” sin importarnos las consecuencias y sintiéndonos parte de algo muy grande, llámese Real Zaragoza o Club de los Poetas Muertos.

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