La Vuelta del espectáculo

Ayer terminó la mejor edición de la Vuelta de los últimos años y posiblemente de la historia, con ataques, percances y dificultades todos los días. Espectáculo en estado puro que recupera la grandeza de una de las tres grandes en el calendario internacional. Y ahí radica el éxito de los organizadores, que no es otro que haber superado en audiencia en el territorio nacional al Giro y sobre todo al Tour, un hecho que sucede por primera vez en la historia.

En primer lugar tuvieron que encontrar nuevas fechas para su celebración en busca de un mejor cartel de participantes, ya que hace casi dos décadas la Vuelta estaba incrustada entre Giro y Tour y salvo los ciclistas españoles y alguna estrella internacional, el resto se decantaba por correr en Italia o Francia —o en ambas pruebas— en los últimos años. Por ese motivo se pasó a septiembre, aunque la cercanía del Mundial hacía de la ronda española un gran entrenamiento para aquellos que iban a disputarlo.

Por tanto, la Vuelta se encontró con un mejor cartel en la teoría, pero con el mismo nivel competitivo en la práctica: la motivación de los españoles y de algún que otro corredor que no había podido disputar el Tour por una caída o lesión. Fue entonces cuando los organizadores comenzaron a experimentar: contrarreloj en la última etapa, menos kilómetros, más llegadas en alto, nuevos puertos con rampas inhumanas... Todo ello para fomentar el espectáculo, atraer a los ciclistas internacionales y crecer en audiencia.

Poco a poco fueron logrando sus objetivos: el Angliru ya es considerado una cima mítica, en los diez últimos años han ganado la Vuelta ciclistas del nivel de Contador, Valverde, Vinokourov, Menchov o Nibali y han hecho pódium Purito, Evans, Wiggins, Froome, Beloki, Sastre o Leipheimer, las audiencias han subido progresivamente hasta alcanzar las cifras de este año y la lucha por la clasificación final ha sido de principio a fin en las últimas ediciones.

Es cierto que muchos de esos ciclistas que han luchado por la clasificación final siguen siendo españoles, pero no deja de ser un reflejo de la realidad del pelotón internacional: Contador es siempre el máximo favoritos en carreras de tres etapas y el ciclista más espectacular, Purito ya ha hecho segundo en un Giro, el talento de Valverde es incuestionable, Beloki ha hecho más de un pódium en el Tour y Sastre divisó los Campos Eliseos desde lo más alto.

Por fortuna para la Vuelta, este año se juntaron una serie de circunstancias entre las que destacan el regreso a la competición de Contador tras la sanción, la revancha personal de Purito tras perder el Giro en el último día, la intención de Froome de demostrar que es mejor que Wiggins y el deseo de Valverde de volver a luchar por una grande. Cuatro reivindicaciones que pudieron ser más si Andy Schleck se hubiera recuperado a tiempo de su lesión.

La mezcla de este cartel con un recorrido que casi ha tenido más finales en alto que etapas y que los favoritos se han empeñado día tras día en convertirlo en un campo de batalla, hasta el punto de decidirse la clasificación final en la etapa menos pensada en una jornada épica en la que se hizo más grande el mito de Contador, ha propiciado una Vuelta para el recuerdo que nos ha acercado de nuevo al ciclismo tras el aburrimiento del último Tour y los últimos escándalos de dopaje. Muchas gracias a la organización y a Contador, Valverde, Purito y el resto de ciclistas por hacernos vibrar con un espectáculo como el de antaño, cuando los pinganillos sólo existían en los programas de televisión y los ataques eran constantes y en los lugares menos esperados.

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