Esta noche el Madrid y el Barcelona nos ofrecerán una nueva entrega de el clásico en forma de partido de vuelta de la Supercopa. No voy a comentar las posibilidades de uno u otro. Siendo sincero, lo que suceda hoy me importa más bien poco, pero hay un hecho que me ha llamado la atención en sus últimos enfrentamientos, que no es otro que ese duelo por el Balón de Oro entre Messi y Cristiano Ronaldo que últimamente siempre gana Iniesta.
Los medios de comunicación nos empeñamos en la previa en hablar del argentino y del portugués. Insistimos en lo buenos que son y en la cantidad de goles que marcan, que tampoco es faltar a la verdad, pero nos equivocamos al situarles como únicos candidatos al Balón de Oro, un error mucho más grave cuando en casa tenemos una serie de jugadores que lo merecen tanto como ellos. ¿Por qué en vez de promocionar a Iniesta, Xavi o Casillas no hacemos más que defender las opciones de Messi o Cristiano Ronaldo? La respuesta tiene que ver con el carácter español: sobrevalorar lo de fuera e infravolarar lo nuestro.
Miles de ejemplos viví en la ceremonia de apertura de Londres 2012. Muchos de los comentarios ensalzaban lo que estaban viendo y ponían en duda que Madrid, en caso de ser elegida sede de los Juegos Olímpicos en 2020, estuviera a la altura. ¿Acaso la gente se ha olvidado de Barcelona'92 y de cómo se encendió el pebetero? Está claro que en cuestiones musicales no podemos competir, pero en ideas, organización y originalidad ya demostramos al mundo que estamos a la altura, aunque parece que a muchos de nosotros no nos quedó bastante claro.
Lo mismo sucede en el fútbol hoy en día. El Madrid prefiere fichar a Modric que a Cazorla o Borja Valero por menos dinero; el Barcelona se gasta 19 millones en Song; Michu emigra a la Premier por 2,5 millones porque el Atlético, el Valencia o el Sevilla han sido incapaces de ver lo que tenían ante sus ojos; la Liga se inunda de Coentraos que son inferiores a muchos jugadores españoles costando una millonada y que sólo sirven para hacer gestitos e insultar; y muchos futbolistas 'made in Mendes' recalan en nuestros equipos sin mejorar lo que ya hay en la plantilla o en la cantera.
Eso implica una fuga de cerebros que cada día irá a más, ya que mientras nosotros infravaloramos lo nuestro a pesar de encadenar Eurocopa, Mundial y Eurocopa, el resto de países se ha dado cuenta de que el nivel medio del futbolista español está en estos momentos por encima del resto. Así se explica que Silva y Mata sean las estrellas del Manchester City y el Chelsea; que este último equipo haya apostado por jóvenes como Oriol Romeu o Azpilicueta; que el Arsenal fichara a Arteta para sustituir a Cesc y que quiera renovar la ilusión de sus aficionados con Cazorla; que el Bayern de Munich se gaste 40 millones en Javi Martínez; que varios equipos extranjeros anden como locos por hacerse con los servicios de Fernando Llorente; que la Fiorentina le haya dado el mando del juego a Borja Valero; que Carvajal o Joselu, sin haber jugado habitualmente en Primera, se hayan ido al Leverkusen y al Hoffenheim por 8 y 6 millones de euros, respectivamente; o que los seguidores del Swansea celebren que Michu juega en su equipo.
Puede que el día que aprendamos a valorar lo nuestro sea demasiado tarde. Puede que ese día ya no seamos tan buenos. Puede que ese día Iniesta y una generación extraordinaria de jugadores españoles se retiren sin haber ganado un solo Balón de Oro. Pero hasta que ese día llegue, yo no me cansaré de repetir que el Madrid tiene que fichar a Silva, que Casillas es tan determinante como Messi o Cristiano Ronaldo, que Busquets no necesita ser negro para recuperar más balones que nadie y que Xavi es el mejor futbolista del mundo. ¿Iniesta? Es un ser de otro planeta, como Bolt o Phelps; es un artista, como Miguel Ángel o Gaudí; es la sencillez disfrazada de encantador de serpientes, como Zidane; es el principal motivo para dejarse el dinero en una entrada; es el fútbol en sí.
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