La conquista de Gdansk

Javi, Joaquín, Pedro y Alberto.
Apenas han pasado 24 horas desde que llegué a casa y ya echo de menos Polonia y el buen ambiente que se respiraba en Gdansk. Hace un momento me he enterado de que ayer hubo incidentes en Varsovia. Una lástima, ya que eso es todo lo contrario a lo que hemos vivido en los últimos cuatro días. ¿O eran tres? A ciencia cierta no lo sé; pocas horas de sueño y muchas horas de vuelo o espera en los aeropuertos. También un montón de anécdotas, grandes dosis de fútbol y toneladas de diversión que hacen de este viaje único e inolvidable.

En el aeropuerto de Estocolmo.

Todo comenzó el pasado viernes, cuando nos presentamos en la Intermodal de Zaragoza con la siguiente alineación: Alberto, Pedro, Joaquín y un servidor. Lo hicimos sin las camisetas de España que habíamos encargado y no llegaron a tiempo. Es lo que pasa cuando te las mandan desde Shangai dos semanas después de encargarlas y cuatro días antes de irte de viaje a pesar de haberles indicado expresamente cuándo las necesitábamos y habernos asegurado que llegarían a tiempo. Por cierto, han llegado hoy, justo a tiempo para ver el resto de la Eurocopa...

Nada más llegar a Gdansk.

Volviendo al resumen del viaje, tras cuatro horas de autobús, casi otras tantas de espera en Barcelona, tres horas y media de vuelo, dos y media en Estocolmo y otra más en el segundo avión, llegamos a Gdansk con una falta de sueño considerable. El primer problema surgió cuando no teníamos billetes suficientemente pequeños para comprar los billetes de bus, todo ello sin saber que éste era totalmente gratis para los aficionados. Y como ocurre en todos estos casos, fue comprarlos y enterarnos.

La primera cerveza de todo el viaje.

En cuanto llegamos al centro de Gdansk, el tiempo cambió radicalmente: lluvia, mucha lluvia, y viento, mucho viento. Tocaba buscar el bus que nos acercaba al camping donde estábamos alojados en esas condiciones y más tarde dar con el susodicho camping, que se encontraba a 300 metros del estadio pero en mitad de la nada y rodeado de caminos sin asfaltar. Y como ocurre en todos estos casos, fue llegar y salir el sol. 

En el interior de la tienda de campaña.

La sorpresa fue que aún no estaban montandas las carpas para comer y ver los partidos, a lo que hay que añadir que el 'complejo' era cutre con ganas: las tiendas eran extremadamente pequeñas, apenas había zonas con sombras, las taquillas consistían en unas bolsas de basura en las que ponían el número de tu tienda, la zona para cargar móviles estaba compuesta por un ladrón con cinco enchufes junto a la recepción, el supermercado que anunciaban aún lo estoy buscando, un día se estropeó el calentador y estuvimos sin agua caliente, no había cadena en los baños individuales y los de los chicos estaban estropeados... Un desastre que empeoró cuando nos dimos cuenta de que amanecía a las cuatro y media de la madrugada y que a las nueve hacía un calor tan insoportable dentro de la tienda que te impedía dormir.

En la Fan Zone con unas aficionadas suecas.

Al margen de las 'comodidades' del camping, fue darnos una ducha en cuanto nos instalamos y ya todo fue sobre ruedas. Unas cervezas para el camino, tranvía y a la Fan Zone. ¡¡Espectacular!! Pantalla gigante, cervezas de medio litro a dos euros, varias opciones para comer y sobre todo un ambiente extraordinario con amplia mayoría de españoles. A ello hay que sumar el apoyo de todos los polacos, algunos de los cuales prefieren que España gane la Eurocopa incluso por encima de su país. Hay que estar ahí para creerlo, pero es que no pararon de pedirnos fotos con nosotros y de decirnos lo mucho que les gustaba la Selección, España y los españoles. No exagero si afirmo que es el país extranjero en el que más querido me he sentido.

Ejemplo de belleza polaca.

Para salir, ante tanta recomendación, decidimos ir a Sopot, donde posiblemente viví el cuarto de hora de mayor locura futbolística como aficionado de toda mi vida. En esta pequeña localidad situada junto a Gdansk encontramos una calle principal donde se reúnen todos los bares y discotecas. La marea de gente con camisetas y banderas de España no tenía fin y en cuanto te introducías en ella era imposible dejar de saltar y cantar, abrazándote a gente a la que ni siquiera conocías ante la atenta mirada de los polacos sentados en las terrazas, que dejaron de ver el Alemania-Portugal para grabar con sus móviles todo lo que estaba sucediendo a su alrededor.

En las inmediaciones del Arena Gdansk.

En Polonia está prohibido beber en la calle, pero el hecho de que la policía esté haciendo la vista gorda durante todo el torneo nos llevó a comprar una botellita de ron para dar ejemplo con nuestro particular botellón. Además, sin saberlo, nos situamos en una zona por la que tenían que pasar todas las polacas que llegaban en taxi, así que presenciamos un continuo desfile de chicas guapas que no tenían ningún reparo en pararse para hacernos una foto o para hablar con nosotros cuando les preguntábamos qué discoteca nos recomendaban. 

Cordialidad entre las aficiones.

A partir de aquí todo el viaje fue más de lo mismo, con las anécdotas de cada momento concreto y un sinfín de risas. Lo único que me da pena es no haber estado más días y que muchos amigos se quedaron en tierra y nunca sabrán a ciencia cierta lo que se perdieron. Al menos hasta dentro de cuatro años, ya que los cuatro protagonistas de este viaje prometimos repetir en la próxima Eurocopa, pero durante más días, con vuelos directos y en hostal en vez de camping.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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