Una historia de seres humanos

Un policía despierta del coma en mitad de un hospital abandonado y en ruinas. Parece un zombi y ni siquiera puede tenerse en pie. Enseguida se da cuenta de que algo va mal. Encuentra un cadáver, sangre por las paredes y una puerta de la que salen unos extraños gruñidos y unas manos. Unas cerillas son su único halo de luz en medio de la oscuridad. Consigue salir al exterior, donde es cegado por el sol y se abre paso entre una pila de cadáveres demacrados y en proceso de descomposición. Al llegar a lo alto de una colina se encuentra con los restos de un ejército que ha sido derrotado o ha huido. Sigue caminando hasta encontrar una bicicleta. A su lado yace un cuerpo sin vida y sin piernas que de repente gira la cabeza, emite un sonido y se arrastra por el suelo hacia el protagonista, que observa aterrado la escena. El mundo ya no es como lo recordaba.

Este es el punto de partida de The Walking Dead, una de las series que más impacto han tenido en los últimos años. Narra la historia de un mundo apocalíptico en el que los zombis campan por sus anchas y los pocos seres humanos que quedan con vida se esconden para sobrevivir. Pero al igual que en el cómic en el que se basa la serie, el argumento no se centra principalmente ni en el origen del virus que ha desencadenado esta catástrofe ni en la guerra entre caminantes y humanos, sino en las relaciones, las decisiones y la moralidad de sus protagonistas en unas condiciones extremas, hasta el punto de que en algunos momentos el mayor peligro no son los muertos vivientes, sino los propios compañeros de viaje. Incluso hay capítulos en los que no hay rastro de zombis o escenas de acción.

A pesar de ello, The Walking Dead crea una atmósfera bastante propicia para que el espectador quede cautivado con su intriga y su cuerpo sea sacudido por el terror. La tensión nunca desaparece, ni siquiera en los momentos de la más aparente tranquilidad. Nadie está a salvo de convertirse en alimento para zombis en cualquier momento, incluso el espectador, que a oscuras en su cuarto mira con desconfianza a su alrededor y busca un objeto con el que defenderse ante un posible ataque de muertos viviente o vivos dominados por sus miedos.

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